sábado, 17 de octubre de 2009

Nuevos enfoques sobre la Atlántida


Un ingeniero italiano, el capitán de corbeta Flavio Barbiero, ha planteado una nueva hipótesis, a la vez insólita y novedosa, a través de la que sostiene que la Antártica, el continente helado del hemisferio austral, no sería más que la Atlántida, el antiguo y mítico continente descrito por Platón.

Así lo sostiene concluyentemente en su libro: “Una civilización bajo el hielo”, donde afirma que si se le facilita el dinero y los medios necesarios, demostrará la veracidad de su teoría.

Este continente, según el autor, fue herido por un enorme cuerpo cósmico, el que habría determinado el desplazamiento de la masa continental en dirección al sur.

Las pruebas están allí, –afirma el experto– en la zona que se ubica en el territorio antártico argentino, lo cual explica en parte el interés que en tal hipótesis muestra el país mencionado, y el hecho de que las excavaciones que se llevarían a cabo, estén financiadas por importantes fondos, para la revelación de lo que algunos ya han llamado “el sensacional descubrimiento del siglo”, si es que se llegara a confirmar.

Según el mencionado capitán, este antiguo y legendario continente se ubicaba cerca del Trópico de Capricornio, cuyas tierras emergidas estaban en la antigüedad felizmente habitadas por poblaciones tecnológicamente avanzadas y de una cultura superior, tal como lo indicara Platón en su época, particularidad ésta que permitiría complementar las explicaciones relativas al salto cualitativo del Neolítico, argumentaciones que de otra manera podrían resultar incompletas y poco plausibles, según afirma Barbiero.

Ilustra su libro con casi 200 páginas de nutrida argumentación, paleontológica, geofísica, geobotánica, literaria, cartográfica, e incluye fotografías de los llamados “Picos Antárticos”, en donde señala “cosas extrañas”, que serían los restos de una supuesta civilización atlántida, las ruinas y los vestigios que presuntamente quedaría de ella.

Con esta teoría pretende refutar la suposición de otro investigador, el célebre Profesor Marinatos, quien fuera Director de Antigüedades de Grecia, que ubicaba la Atlántida en el mar Egeo, partiendo de profundos trabajos tanto geológicos como arqueológicos llevados a cabo en esa zona.

Particularmente estudiada fue la isla de Santorini, conocida asimismo con el nombre de Thera, incluida en el archipiélago meridional de las Cícladas.

Según Marinatos, gran parte de la citada isla desapareció en el mar, en un día y una noche, engullida por un enorme cataclismo. La erupción volcánica fue de tal magnitud, que no sólo afectó zonas vecinas, sino que las cenizas llegaron a Egipto, a Oriente Medio, e incluso a China, registrándose vestigios de tal fenómeno hasta en los troncos de los árboles de California.

Este hecho permitiría arrojar nueva luz sobre el declive vertical del poderío económico-cultural de los cretenses, la destrucción de las maravillosas ciudades de Cnossos, Faustos, y Hagia-Triada, y en general, la declinación y extinción de toda la potencia minoica.

La mayor parte de la antigua isla de Thera, se habría hundido en el año 1500 antes de Cristo, y la catástrofe que afectó a Creta se produjo aproximadamente por esa misma época.

De acuerdo con la teoría del Profesor Marinatos, la legendaria Atlántida se ubicaría pues en el mar Egeo, entre Creta, Atenas, y el Asia Menor, y no en el Océano Atlántico.

Platón, el gran filósofo ateniense, afirma que la Atlántida se situaba más allá del estrecho de Gibraltar, al oeste de las Columnas de Hércules, como entonces se conocía a esa zona, y que poseía una cultura rica, experta en arquitectura y en la construcción de naves.

Dicha civilización habría desaparecido “en un día y una noche” víctima de un pavoroso terremoto, y sumergida en el mar, fenómeno que, según Platón, habría sucedido unos nueve mil años antes de su época.

Las investigaciones actuales, con las más modernas técnicas, buscan pruebas concretas, que permitan confirmar las suposiciones de Platón, las que así adquirirían obviamente visos de verosimilitud en ciertos círculos.

Otros autores, antiguos y modernos, han concebido la Atlántida, como una isla o incluso como continente, situado sobre el océano Atlántico, frente a las costas de África y de España, mientras que otros lo visualizan en el “Mar de los Zargazos”.

Hay investigadores que lo suponen parte del Amazonas y otros, en fin, lo identifican con América.

La literatura por su parte ha tomado y utilizado este mito en numerosas obras, y en una de ellas incluso ubica a la Atlántida en pleno desierto del Sahara.

Sin embargo, la hipótesis del ingeniero y capitán italiano también merece ser ponderada y tenida en cuenta. Finalmente, las referencias que hoy día se tienen son tan vagas, que requerirían de confirmación por variadas vías.

Alarmante calentamiento del planeta


Los cambios climáticos son un hecho inequívoco, resultado de la acción del ser humano. Esta es la conclusión de los expertos del IPCC, quienes ultiman la síntesis de su cuarto informe de evaluación, un texto que debe sentar las bases para una futura negociación política.

Unos 450 miembros del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, procedentes de unos 130 países, reunidos en Valencia, redactaron, párrafo por párrafo, un documento que oportunamente hará público el propio Secretario General de las Naciones Unidas.

El texto, síntesis de un informe científico de unas 2500 páginas, servirá de referencia a la Conferencia sobre Cambios Climáticos que la ONU organiza en BALI (Indonesia).

Las Naciones Unidas esperan que la reunión ministerial en BALI, permita dar una salida a la negociación de un nuevo acuerdo internacional que suceda al muy conocido Protocolo de Kyoto, el que caduca en el año 2012. Se espera que para ese entonces, los líderes mundiales y la comunidad internacional toda, hayan tomado conciencia de la gravedad del asunto, la urgencia y la importancia de este acelerado fenómeno de calentamiento global.

Científicamente está comprobado que, desde finales del siglo XIX, la temperatura media del planeta, aumentó en más de 0,7 grados de la escala Celsius, y consideran como altamente probable, que este indicador aumente de nuevo, de aquí al 2100, incrementándose entre 1,1 y 6,4 grados celsius.

Opinan los expertos, que el proceso de industrialización iniciado hace un siglo y medio, está muy probablemente en la base de este aumento de la temperatura, en particular, debido a la combustión de cantidades cada vez mayores de petróleo, gas natural, y carbón, así como debido a la tala de bosques y a ciertas actividades agrícolas. Estas actividades humanas aumentan la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono, metano, y óxido nitroso, que al acumularse en las capas atmosféricas, provocan temperaturas artificialmente elevadas y conllevan modificaciones permanentes en el clima. Ello provocará el recorte del casquete glaciar ártico, y la menor capacidad de los océanos para absorber niveles crecientes de dióxido de carbono. Los expertos del IPCC, organismo que el pasado 12 octubre 2008 obtuvo el Premio Nóbel de la Paz, junto al ex vicepresidente estadounidense Al Gore, advierten que las consecuencias de estos cambios van a ser catastróficas e irreversibles.

Así por ejemplo, el nivel del mar subió casi 20 centímetros durante el pasado siglo XX y en el horizonte del 2.100 se prevé un aumento de 59 centímetros adicionales.

Esto podría sumergir ciertos litorales de países densamente poblados, tales como Bangladesh (la antigua Bengala), y provocar también la desaparición de archipiélagos enteros, como las Maldivas en el Océano Índico, y contaminar también las actuales reservas de agua dulce de millones de personas.

Por otra parte, se advierte que aumentarán las sequías y la desertificación de vastas zonas continentales, lo que conllevará perturbaciones en el suministro de alimentos y también el aumento de la propagación de ciertas enfermedades como el paludismo.

Así mismo, los ciclones tropicales, tifones, y huracanes, se cree crecerán en violencia y devastación, y las olas de calor, las fuertes precipitaciones, y las inundaciones, serán cada vez más implacables en violencia y frecuencia.

Entre el 20 y el 30 por ciento de las especies animales y vegetales, desaparecerán casi seguramente en los próximos cien años, si la temperatura aumenta en el eje de los dos grados celsius.

Para hacer frente a este fenómeno devastador, los investigadores proponen adoptar nuevas formas renovables de energía, particularmente la solar y la eólica, aumentar las superficies forestales del planeta con especies autóctonas, y sobre todo, cambiar el estilo de vida de las sociedades hiper-consumistas del primer mundo, frenando en particular el extraordinario derroche de energía.

Se reitera, los cambios climáticos son un hecho inequívoco, resultado de la acción del ser humano. Esa es la firme conclusión de los expertos del IPCC, que ultiman la síntesis de su cuarto informe de evaluación, un importante texto por cierto, que debe sentar las bases para una futura y muy necesaria negociación política.